"La vida es una cosa Tan llena de salud maravillosa Es un regalo de placer tan fiero Es un juego tan útil, tan demente Que ya he vuelto a creer absurdamente Porque dijiste nada más: te quiero."

Carrilda Oliver Labra

"Contigo todo tiene nombre"

Félix Grande

"Cuando a la casa del lenguaje se le vuela el tejado y las palabras no guarecen, yo hablo"

Alejandra Pizarnik



sábado, 24 de julio de 2010

El tiempo y mi amigo


Había una chica con alegría de vivir. Aveces me entra una melancolía que no se puede medir. Escuchando esta preciosa canción por ejemplo. También hay mucha belleza en ella. Esta va para mi amigo Tioda, que me enseñó a este grupo y muchas cosas más. Cosas que solo se captan cuando hay amor y fe, cuando hay bondad. Le echo de menos. Cada vez más.

There's a house with no door and I'm living there
at nights it gets so cold
and the days are hard to bear inside.
There's a house with no roof, so the rain creeps in,
falling through my head as I try to think out time.
I don't know you, you say you know me,
that may be so,
there's so much that I am unsure of ...
You call my name, but it sounds unreal,
I forget how I feel, my body's rejecting the cure.

There's a house with no bell, but then nobody calls;
I sometimes find it hard to tell
if any are alive at all outside.
There's a house with no sound; yes, it's quiet there
there's not much point in words
if there's no-one to share in time.
I've learned my lines, I know them so well,
I am ready to tell
whoever will finally come in
Of the line in my mind that's cold in the night,
it doesn't seem right
when there's that little dark figure running ...

There's a house with no door
and there's no living there:
one day it became a wall ...
well I didn't really care at the time.
There's a house with no light,
all the windows are sealed,
overtaxed and strained NOW NOTHING IS REVEALED BUT TIME
I don't know you, you say you know me,
that may be so,
there's so much that I am unsure of ...
You call my name, but it sounds unreal,
I forget how I feel,
my body's rejecting the cure .....
Won't somebody help me ......? Leer más...

jueves, 8 de julio de 2010

Seminario con Consuelo Trujillo



El primer día. El día, tan esperado. Llego y me siento entre mis compañeros esperando, escuchando, y sucede que me siento parte de algo. Parte del teatro, de la vida, de aquello que hace que merezca la pena esto de seguir un camino.
Todo sucede; el tiempo no se para. Las cosas se dan y me doy cuenta de que ya tengo un recorrido: he llegado aquí por mis propios pasos.
Y después la entrega, el vigor, la felicidad y la pena, sentir, crear, reír... el teatro. Leer más...

viernes, 2 de julio de 2010




Hoy ha sido un día de esos que hacen que la vida merezca ser vivida. Por fin fuego. Una chispita que prende un luminoso día, con su noche envolvente. Uff. Para eso nacemos, o al menos eso me digo. ¿Para qué si no?, ¿Alguien? Nadie.
- Y esto es vivir. Llegar a casa, prender la luz, imaginar mi paisaje personal. Según Yasmine Levy, aveces nacer en Álamo.
Gracias a la vida por estos días. Y los que vendrán.

Ursina. Leer más...

lunes, 12 de abril de 2010

De las diferencias en la estructura cerebral y el papel de las mismas en la evolución humana.

Los grandes espíritus han encontrado siempre violenta oposición por parte de las mediocridades. Éstas no pueden entender que un hombre no se someta irreflexivamente a los prejuicios hereditarios y use honrada y valientemente su inteligencia.

Albert Einstein

La capacidad del cerebro humano es difícilmente mensurable. Podemos hablar de un valor porcentual sobre el uso de dichas capacidades de la mente, pero se trataría de una abstracción difícil de contrastar. Sin embargo esto me provoca una reflexión sobre la estructura y los límites de la mente humana. Si partimos de los conocimientos de un hombre de hace un millón de años y los comparamos con los del hombre actual, aparentemente la diferencia es abismal. Pero se puede materializar con sencillez como un diferencial respecto a los contenidos. Si este hombre primitivo utilizaba, pongamos por ejemplo y considerando esto como una mera especulación, un 2% de su capacidad cerebral y el hombre medio moderno utiliza un 13%, este dato podría utilizarse como una muestra evidente de la evolución de la raza humana. Esta cadena de razonamiento me dirige hacia nuevas reflexiones. Hago notar que estoy dando valores numéricos especulativos, sin base científica real, pero los considero lo suficientemente representativos para explicar mi teoría. En primer lugar, si actualmente usamos el 13% y teniendo en cuenta que este uso de la capacidad cerebral tiene una tendencia al alza si tomamos como referencia el desarrollo tecnológico, científico, social y filosófico, esto significaría que nos queda un 87% de capacidad restante. Lo que me lleva a concluir que, si no se invierte la tendencia anterior, cosa que dudo debido a la dilatación en el tiempo del desarrollo de la especie humana, el hecho de que alcancemos el límite de nuestra capacidad intelectual es una cuestión de tiempo, cuya fecha podría ser calculada matemáticamente con los datos adecuados.
En segundo lugar me lleva a tratar el tema de la estructura de la mente y sus procedimientos para adquirir nuevos conocimientos, y teniendo en cuenta que estos no son el único aspecto que pondero en cuanto al uso de la capacidad cerebral. Me pregunto si estos procedimientos han cambiado en los dos millones de años de evolución de la especie. Me explico. El progreso en el pensamiento humano, desde los inventos tecnológicos a las corrientes intelectuales, está motivado por grupos concretos, cuando no directamente por individuos particulares, que dedican su esfuerzo y su capacidad a la mejora, al avance de los sistemas anteriores, rechazando los dogmas establecidos, fundamentalmente porque con ellos a cuestas difícilmente pueden dar el siguiente paso. Soy consciente de adentrarme en un terreno peligroso al atribuir a la raza humana una dirección, cuando hay pruebas abundantes de lo errático del progreso y de lo frecuentemente que las generaciones de hijos retroceden respecto a las de los padres. Y soy así mismo consciente de la relatividad de los términos avance y retroceso, pero concedamosles el valor provisional que les atribuyo en función a un inconsciente colectivo igualmente resbaladizo. Con esto en mente, continuemos con mi teoría. A estos grupos o individuos, llamemoslos A, capacitados para librarse de las reglas del sistema anterior y adentrarse en nuevos territorios del pensamiento, esgrimiendo únicamente la fuerza de su razón, sin defenderse tras ninguna creencia establecida; los persiguen invariablemente una gran parte de la sociedad, creyente en los antiguos sistemas y preceptos. Los persiguen de forma violenta o pacífica, ya ignorándolos, ya coaccionándolos para que vuelvan al redil y desprestigiándolos en cada caso, despojándolos de credibilidad respecto al resto de la sociedad. Me pregunto entonces que diferencia estructural, y especialmente sobre la existencia de esta diferencia, hay en la mente del grupo A respecto al B, el de los perseguidores.
Con sus avances el grupo A genera nuevos conocimientos que ocuparán ese porcentaje de nuestra capacidad cerebral del que hablábamos. Al mismo tiempo, con la fuerza de la evidencia y la verdad de sus conclusiones, el grupo B acabará aceptando e incorporando estos nuevos conocimientos a su cerebro, aunque cueste más o menos generaciones. Se suele dar que los individuos del grupo A, después de someter sus capacidades al esfuerzo de alcanzar nuevos horizontes, ya sea por cansancio o por una limitación propia de su estructura mental, acaban formando parte del grupo B. Y lucharán, levantando nuevas barreras a las generaciones más jóvenes, dando el mismo trato que ellos recibieron. Son del tipo de personas que dicen: "Se puede ir hasta allí, pero no más allá." Algunos individuos del grupo A seguirán buscando hasta su muerte y serán despreciados incluso por sus antiguos colegas, estancados en sus avances.
Mi reflexión no alcanza ninguna conclusión. Tan sólo plantea la pregunta de si realmente existen estas diferencias estructurales, de si se podría probar científicamente, ya que la observación de la conducta humana tal y como he desarrollado, nos inclina a pensar que existen. Si se tratan de diferencias derivadas de un conductimo social o debidas a una predisposición biológica y genética, son cuestiones que tan sólo el análisis científico puede desvelar. Respecto al punto sobre los límites absolutos de la capacidad cerebral humana, ese tema daría para otro ensayo.
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domingo, 11 de abril de 2010

Un regalito

Este es un cuadro digital, "pintado" por Linda Bergkvist. Creo que su nombre es Greenmask. Leer más...

Lo sé, pero pídeme otro que tengo hambre.


Después de un día duro, denso, que no parecía acabar, llego a casa y un pensamiento se hace violentamente corpóreo. Cuándo empezó este día soleado, abrilíneo, de perspectivas lúdicas inmejorables a convertirse en una pesadilla freudiana de un retorcido tal que el propio Maquiavelo hubiese recogido sus enagüillas y salido a escape gritando como una monja primeriza. Sí, digamos que es una pregunta que viene con cierta frecuencia a esa parte blandita del cerebro que nos diferencia de los simios avanzados. Cosas de la consciencia. Porque no diré que un mono, que se encuentra mordisqueando una sabrosa rama encima de su árbol preferido y que acto seguido se ve envuelto en una carrera por su vida ante una pantera negra, se plantea con fastidio como sus perspectivas de ocio se van a la porra. Desde luego la situación provoca estrés al mono, pero de ahí a decir que reflexiona sobre el "que buen día podría haber sido" hay un gran trecho evolutivo. Digamos que el homo sapiens maquinus sí que se para a pensárselo, a ver si la próxima vez encuentra una forma de preparase con antelación y esto le permite pasar la velada soñada sin más percances. No creo que esto lleve a ninguna parte, más allá del efecto placebo que produce lanzar un par de avemarías al vuelo. Sin embargo yo sí que le he echado un rato de reflexión hoy, no para evitarlo mañana, para prepararme, blindarme ante los problemas que vengan, sino por el sencillo placer de verle la cara a estos días que pudiendo ser estupendos acaban siendo una porquería.

Espero que no estés salivando (Pavlov ya puedes irte a la cama) por la gran revelación. No la tuve, de hecho no he llegado a ninguna conclusión y es posible que lo que escriba a partir de ahora no tenga nada que ver con lo anterior. Entonces, volviendo al principio, a lo que realmente me ha venido hoy a la cabeza con fuerza: las adicciones. La palabra de por sí ya es bastante agresiva, con esas cés amenazantes escoltadas por dos íes puntiagudas. Lo que realmente hace que me retiemblen los párpados es haberme dado cuenta de que soy adicto prácticamente a todo lo que me rodea. Voy surfeando de una adicción a otra con un virtuosismo que espanta. Aunque me parece que estoy cayendo en perogrulladas, casi puedo escuchar un "Bah, tanto para nada, eso ya lo sabía". Es verdad que en la sociedad actual entre el ordenador, el móvil, las grasas saturadas, las mini dosis de información de periódicos, blogs, telediarios, el cine basura estadounidense y los abdominales marcados; estamos bastante copados. Alguna parte de mi cuerpo me grita salvajemente cosas como: ¡Vete al campo! ¡Hoy no hagas nada! ¡Vota a IU! (No esta última creo que es sugestión). El porqué no hago caso es algo que va más allá de mi propia vagancia. No es que realmente no quiera irme al campo y dormir a la fresca encima de un montón de heno mientras chupeteo unas ramas (¡y aquí enlazo con lo del mono!) es que soy adicto a tantas cosas en mi vida diaría que la sangre me corre más despacio con solo pensar en salir a la calle sin el móvil. Si ya me planteo cosas como coger ese mismo aparatito violador de la intimidad y tirarlo por el retrete, mi corazón directamente amenaza con parada. Sé que esto no es así, pero algo hay y si no lo hubiera más de uno ya lo habría hecho. Y seguro que alguno habrá que lo hace, pero menos de los que dicen que querrían. Después de este lío de frase vuelvo al tema. Adicciones. Sí, haberlas haylas, grandes y con pelos, pero unas más grandes que otras. Con lo siguiente concluyo el tema.

Ayer tuve función en el teatro. Me gusta salir a actuar, disfrutar de la luz única que sólo existe detrás de un telón cerrado mientras el público se acomoda en sus asientos, tú ahí atisbando el decorado en penumbra, cementerio de cartón piedra que en unos segundos tienes que convertir, o al menos intentarlo, en un palacio, un bosque o una habitación. Salgo, actúo, tensión, disfrute, momento a momento presente, los sentidos erizados, los pelos de punta, los aplausos, incluso algún bravo que se derrama sin querer de unos labios dibujados con entusiasmo. No hay más, he ahí la explicación de mi nefasto día, "elemental querido Watson", por más que Sherlock nunca dijera esa frase.

Ayer me tomé mi dosis de escena, de teatro y hoy... Hoy tengo el mono.
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jueves, 8 de abril de 2010

Las cosas


El bastón, las monedas, el llavero,
la dócil cerradura, las tardías
notas que no leerán los pocos días
que me quedan, los naipes y el tablero,
un libro y en sus páginas la ajada violeta, monumento de una tarde
sin duda inolvidable y ya olvidada,
el rojo espejo occidental en que arde
una ilusoria aurora. ¡Cuántas cosas,
limas, umbrales, atlas, copas, clavos,
nos sirven como tácitos esclavos,
ciegas y extrañamente sigilosas!
Durarán más allá de nuestro olvido;
no sabrán nunca que nos hemos ido.

Jorge Luis Borges

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¿A qué huele una flor de metano?


A: No. Y además te callas. [Hablando con su gato mientras abre la puerta.]
B: Me parece que hemos empezado con mal pie. Me interesaría vivamente revisar su caldera.
A: Vaya, parece usted uno de esos que filosofan y no saben para qué, ni siquiera porqué. No le culpo. En fin, pase. Adelante.
B: Gracias. ¿Me podría servir un poco de café? Con mucha leche, mucho azúcar y casi nada de café. Manías de mi abuela. ¡Uf! Me parece que tiene un verdadero problema en marcha, su caldera funciona perfectamente.
A: Eh... Sí, ¿no? Esto... Entonces no le debo nada, ¿o sí?
B: Todo lo contrario, me debe mucho. En primer lugar me pregunto porque no huelo ese delicioso café que me debería estar preparando. Y en segundo lugar esta avería podría acarrear consecuencias desastrosas para el edificio. En esta casa hay bastantes vecinos, ¿no?
A: Tengo estropeada la puta cafetera. De todas maneras, podría usted haberlo tomado en el bar de la esquina.
B: La doblé sin verlo. Me parece una excelente noticia que la cafetera esté estropeada. Contrarresta parcialmente el pernicioso efecto de esa novedosa caldera funcionando a pleno rendimiento.
A: ¿Quiere usted que le de el teléfono del conserje? ¿O del administrador de la finca? Leolo, deja de sobar al señor.
B: No se preocupe por el gato, ¡gato! Mejor que los teléfonos si pudiera deslizarme amablemente un martillo de cabeza metálica, eso me ahorraría mucho trabajo.
A: Tenga. ¿Es esto? Nunca se me han dado muy bien los hombres, especialmente los que dan portazos.
B: Justo, este es perfecto. [Empieza a golpear tranquila y contundentemente la caldera.]
A: ¿ALGO MÁS? Debería ducharme.
B: Esto ya está. Ahora el edificio es mucho más seguro. Puede ducharse desde luego, yo le dejo el martillo aquí encima y me marcho con la buena de Dios.
A: Muy bien. Ahora págueme los desperfectos. Espere un momento. [Suena el móvil, lo coge.] Te he dicho que no quiero saber nada de eso. [Pausa.] Sí, por la primera a la derecha. [Pausa.] Tiene diarrea. [Pausa.] Pues te encargas esta vez tú. [Pausa.] Sí, no. Bueno, más o menos sola. [Pausa.] Lo de siempre, millón y medio para cada uno, adiós. [Cuelga.]
B: Me voy. Adiós. [Se dirige hacia la puerta.]
A: Oiga. ¡Oiga!
B: Aquí estoy a su servicio, dígame.
A: Estoy fatal de la espalda
B: Muy bien. Adiós. [Cada vez está más cerca de la puerta.]
A: Los jodidos desperfectos, ¿quién me lo va a pagar?
B: No entiendo, ¿qué desperfectos?
A: Usted y su puto martillo. Joder, y estaba hablando del ruido.
B: El martillo es suyo.
A: Que me pague. Los desperfectos. Y los desperfectos de los que hablo los tenía usted delante de sus narices. Me ha jodido mi preciosa caldera.
B: Hace un momento no parecía tan atribulada por el valor estilístico que su calentador de agua aportaba a la casa. Me parece que ahora las cosas están mucho mejor. No puedo hacer nada más por usted, creo que me debería dar las gracias. Pero bueno, Dios revuelve el río y hay quien coge peces.
A: Espere, lleguemos a un acuerdo.
B: ¿Está intentando sobornarme?
A: No por Dios.
B: Ni por la Virgen espero.
A: No, no, por Dios.
B: Mmm...
A: Bueno, ¿quiere sentarse a tomar algo?
B: No, tengo muchos edificios que revisar hoy.
A: Bueno, me voy a duchar. Adiós.
B: Mmm... [Sale por la puerta.]

Escrito colaborativamente entre María de Santiago y Jesús Sard.
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miércoles, 7 de abril de 2010

Momentos previos


Estoy en la cola del pasaporte. Me dispongo a leer el libro de Marguerite Duras "Los Ojos Azules Pelo Negro" tal y como he venido haciendo en el metro de Madrid, con toda esa amalgama de gente que se mira a veces, en pocas ocasiones, porque son las ocho y media de la mañana, y no se ven; que andan enfrascados en sus novelas románticas, sus crucigramas, sus estudios varios, sus listas de la compra y de todo tipo... En fin, yo, que miro con atención y asombro, finalmente me siento entre dos entes de esos como yo, y me sumerjo en el viaje que es este libro. Por los pasillos (del metro) pienso en lo viril e infantil de los hombres calvos, en que no me atraen demasiado porque esa calva me recuerda al infante a punto de entregarse al deglutir de un pecho redondo. Pero no. Estoy en la cola del pasaporte, una habitación cerrada a excepción de una desproporcionada puerta de dos hojas y unas ventanas a mi espalda que se sienten desafortunadas, cara a la luz y contra el mundo. Esa luz vegetativa entra tamizada por la estancia.
Una niña que habla español a duras penas, una morena explicándole a un teléfono móvil todo el trajín papelerístico, dos funcionarias pacientes y correctas frente a nosotros, los que esperan.
Y todo pasa muy rápido: le atienden, me atienden, pongo huella, ay no perdona, la derecha, la otra, piden dinero, salgo al cajero de la calle, el sol, vuelvo pago me lo dan y me marcho. Joder. ¿Será que ya estoy de vacaciones? El sistema capitalista, con sus prisas, no veas si funciona.
Y yo sin leer a la Duras.
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martes, 6 de abril de 2010

Yo escribo, tú escribes, él escribe. Sí, vale, ¿y qué?


Es extraño que yo escriba la primera entrada de este blog, ya que no es mío, es de otra. Pero alguien tiene que empezar, igual que la primera cachetada no se la da el padre al hijo, sino ese doctor sin nombre que nos despierta de esa forma tan desagradable. Así le doy esta cachetada a este blogón, así en superlativo, para motivarnos, acicalando un poco el blanco del código HTML con mis palabras. Blogs hay muchos, ¿por qué leer este? Si ya has leído hasta aquí y te estás haciendo esa pregunta, mira... No sé, no lo leas. Hay blogs especializados, de cine, de arte, de cocina, yo mismo soy seguidor de algunos de ellos. Lo maravilloso de estos espacios es la ausencia de los límites propios de la imprenta. No, no, no hay límites. ¿Dónde queda esa crítica escuchimizada del periódico "El ABC del País" que apenas ocupa una página, que a duras penas te ayuda a decidir que película vas a ver este fin de semana? ¡Puff (onomatopeya que metí)! Te metes en el Blog de Cine, por decir el que yo sigo, y te encuentras no ya con críticas sino con auténticos estudios de películas de hoy y de anteayer. Vuelvo a la pregunta ¿por qué leer este blog? Más bien preguntémonos, querido lector, ¿por qué estoy escribiendo esto en este blog? La respuesta es hermosa en su sencillez: Porque puedo. Porque es el privilegio que tenemos en esta era donde el gigante capitalismo y su compadre el consumismo empiezan a mostrar su verdadera cara, la de un monstruo avaricioso, imposible de saciar. Y cuando las pseudolibertades escasean el ciudadano de a pie necesita expresar lo que piensa, escupirlo, soltarlo, sacarlo a toda prisa de su organismo. Porque esas ideas que no decimos, esos pensamientos que no materializamos, esos deseos que no nos permitimos, se enquistan y no uso el término metafóricamente. Se enquistan y se convierten en estrés, infelicidad y artrosis. Ya termino, bien, ¿qué termina? Nada, porque en realidad no he escrito sobre nada, pero he escrito y si has llegado hasta aquí quiere decir que tú me has leído y eso, amigo, amiga mía, ya es mucho.

Amor, relajación y equilibrio.
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