"La vida es una cosa Tan llena de salud maravillosa Es un regalo de placer tan fiero Es un juego tan útil, tan demente Que ya he vuelto a creer absurdamente Porque dijiste nada más: te quiero."

Carrilda Oliver Labra

"Contigo todo tiene nombre"

Félix Grande

"Cuando a la casa del lenguaje se le vuela el tejado y las palabras no guarecen, yo hablo"

Alejandra Pizarnik



miércoles, 7 de abril de 2010

Momentos previos


Estoy en la cola del pasaporte. Me dispongo a leer el libro de Marguerite Duras "Los Ojos Azules Pelo Negro" tal y como he venido haciendo en el metro de Madrid, con toda esa amalgama de gente que se mira a veces, en pocas ocasiones, porque son las ocho y media de la mañana, y no se ven; que andan enfrascados en sus novelas románticas, sus crucigramas, sus estudios varios, sus listas de la compra y de todo tipo... En fin, yo, que miro con atención y asombro, finalmente me siento entre dos entes de esos como yo, y me sumerjo en el viaje que es este libro. Por los pasillos (del metro) pienso en lo viril e infantil de los hombres calvos, en que no me atraen demasiado porque esa calva me recuerda al infante a punto de entregarse al deglutir de un pecho redondo. Pero no. Estoy en la cola del pasaporte, una habitación cerrada a excepción de una desproporcionada puerta de dos hojas y unas ventanas a mi espalda que se sienten desafortunadas, cara a la luz y contra el mundo. Esa luz vegetativa entra tamizada por la estancia.

Una niña que habla español a duras penas, una morena explicándole a un teléfono móvil todo el trajín papelerístico, dos funcionarias pacientes y correctas frente a nosotros, los que esperan.
Y todo pasa muy rápido: le atienden, me atienden, pongo huella, ay no perdona, la derecha, la otra, piden dinero, salgo al cajero de la calle, el sol, vuelvo pago me lo dan y me marcho. Joder. ¿Será que ya estoy de vacaciones? El sistema capitalista, con sus prisas, no veas si funciona.
Y yo sin leer a la Duras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Eres bienvenido. Hazte oir. Cualquier cosa, por pequeña que sea, que nos ayude a crecer o a volvernos pequeñitos. Estás en tu casa